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Expresión teológica que indica la posible atribución a la naturaleza humana de Jesús de los rasgos o idiomas (lo que es propio) de su divinidad y la referencia a la divinidad de lo que corresponde a la humanidad. Esa intercambiabilidad de expresiones no implica confusión: divinización de la humanidad, o humanización de la divinidad, sino modos de hablar debidos a la unidad de persona que hay en Jesucristo.
Así se dice que Dios nació y murió, que Jesús era eterno o tenía poder infinito, se dice que María es Madre de Dios o que el Dios del pesebre padecía frío.
La razón de esa atribución de rasgos de una naturaleza a la otra está en la unidad de persona (se dice a la "unión hipostática, en la teología clásica).
Interesa en la educación religiosa, al menos cuando el educando va siendo mayor y llega a cierta capacidad de abstracción y de comprensión, hablar del misterio de Jesús y evitar mitificar la figura de Jesús haciendo de su figura un superhombre (un superman), no un hombre real en el que misteriosamente se halla el Verbo divino, la Segunda persona de la Santísima Trinidad. Si en Cristo hay un solo ser y no dos seres superpuestos, todo se dice del mismo Jesús.
Precisamente la catequesis cristológica debe hacerse eco de la teología de la encarnación y por eso es bueno que el catequista estudie a fondo el misterio de la Encarnación y se ajuste a unos modos de hablar correctos, los cuales pasan siempre por la aceptación de las dos naturalezas en Jesús, la divina y la humana, y de la unidad de persona, la divina y eterna.
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